Hace ya unas semanas
realizaba algunos comentarios sobre LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL de Osakidetza, argumentaba a favor de que las
reclamaciones de los usuarios sirvan para mejorar la calidad de nuestros
servicios y estén directamente asociadas a la estrategia de seguridad del
paciente.
Siguiendo
esta temática, me pregunto qué ocurre “al otro lado de la barrera”, qué ocurre en el lado del paciente o sus
allegados cuando se sienten afectados por un posible error médico o por un funcionamiento anormal del sistema sanitario. Qué pueden hacer cuando
tienen duda que la administración sanitaria haya puesto todos los medios a su
alcance en el tratamiento de una patología, o cuando creen que la actuación de
los profesionales de Osakidetza no ha sido del todo ajustada al estado del arte y a la buena práctica, o cuando piensan que a
causa de una actuación incorrecta están soportando unos daños que no deberían
soportar.
Con
el fin de conocer de primera mano qué hace, cómo se siente, qué barreras encuentra una persona
que decide iniciar un reclamación por una actuación médica que no considera
adecuada, he recordado que un amigo ha pasado recientemente por ese proceso y
directamente le he preguntado por su experiencia.
Que
todo comienza con las dudas que surgen ante un tratamiento de una enfermedad
grave. Inicialmente confiaron en el mero trámite administrativo de la reclamación
de información, como un buen camino para aclarar las dudas en un sentido o en
otro, pero esta confianza duró escasamente unos meses… tiempo suficiente para
darse cuenta de que su petición de acceder a los datos de la historia clínica y
conocer con detalle cuál había sido la asistencia prestada, se demoraba y
precisó de un par de solicitudes insistiendo en que lo que se quería ver, leer
y analizar era la historia clínica completa del paciente y no algunos
documentos elegidos al azar por quienquiera que decidió responder inicialmente
a la petición.
Aclara mi amigo:
Que
a partir de ese momento llega la certeza de que el procedimiento que se instaura es un lugar de batalla en el que no valen
argumentos objetivos. Que a lo largo de todo el largo proceso (sólo la parte
administrativa ha durado cerca de tres años…) no ha percibido que haya lugar
para la reflexión compartida, para el acuerdo, para el reconocimiento de los errores o la aclaración
de los aciertos. En el momento en que Osakidetza intuye que puede existir una
demanda por parte de un paciente, sólo se percibe un interés: retrasar el
procedimiento, agotar todos los plazos
para ganar por cansancio del oponente o terminar en el juzgado. El afectado se
convierte como por arte de magia en el enemigo, al que por definición hay que
negarle el pan y la sal, todo lo que él mismo o sus allegados expresen debe ser
puesto en duda de la misma manera que todo lo que lo expresado por los
profesionales de la casa se convierte en evidencia científica de máxima
calidad.
El
segundo escollo que ha percibido mi amigo es la distancia emocional de un
procedimiento administrativo. El
paciente y los familiares buscan, sin encontrar, comprensión y cercanía,
buscan, por ejemplo, un análisis conjunto con expertos que puedan hacerles
llegar a la convicción de que los acontecimientos transcurrieron por un camino
razonado y razonable según el estado del conocimiento médico… o no, en cuyo
caso buscan no sólo una indemnización económica por los daños causados sino
también el reconocimiento de una actuación incorrecta y la certeza de que el
sistema va a poner en marcha las medidas oportunas para que no vuelva a ocurrir.
La
tercera barrera percibida es la actitud de defensa y
negación durante todo el procedimiento por parte de la administración. No
hay lugar para las explicaciones, la compresión, la mejora del conocimiento, la
búsqueda de la calidad, sólo queda la opción de la demanda judicial, un proceso
en el que, aunque pierdan, siempre ganan los mismos: los letrados y los
procuradores. El contraste de opiniones, la relación con los afectados, la
atención de forma cercana (presencial) a sus argumentos y cuestiones se
proscribe como si fueran a contaminar de forma irremediable las opiniones o los
argumentos propios. Cuando se revisan los informes argumentos y resoluciones
del procedimiento administrativo, la sensación es que la propia administración no hace sino repetir
argumentos defensivos no del todo claros o incluso erróneos como si una
información equivocada repetida mil veces la convirtiera en verdadera. Como si
la mera repetición de argumentos sin ninguna o escasa análisis crítico los
convirtiera en dogma.
Y a partir de aquí, la vía
judicial es la cuarta dificultad, una vía en la que los afectados, buscando
explicaciones, pueden encontrar costes imposibles de afrontar. No solo
resulta una pérdida de oportunidad para que la administración sanitaria aprenda
de una experiencia o de sus errores si
es que se han producido, resulta socialmente triste y empobrecedor que el
resultado de una posible mala actuación quede reducido a la capacidad económica
de los afectados. Apunta mi amigo, que da la impresión de que alguien en la
administración piensa “que se atreva a ir al juzgado si puede…” claro, la
defensa jurídica de Osakidetza está pagada por todos.
En
definitiva, un proceso que debe estar
guiado por la búsqueda de la verdad, por el estudio, el análisis y la
reflexión, por la claridad, la transparencia y la empatía…..termina siendo una
lucha tácita porque el otro no tenga razón, una cuestión de disponibilidad
económica independientemente de lo que haya ocurrido, un caminar oscuro e
incierto por un proceso administrativo casi siempre en la misma dirección.
Ya casi al final de la
conversación con mi amigo le pregunto sobre cómo cree que se podría mejorar
todo el proceso, me dice que tal vez un planteamiento más conciliador, menos
resistente, menos defensivo, más facilitador, más didáctico con respecto a lo
ocurrido, tendría como resultado beneficios tanto para la organización, el
usuario e incluso los propios profesionales implicados. Tal vez la
existencia de un mecanismo o comisión de conciliación como parte del propio
procedimiento administrativo, en el que ambas partes puedan obtener una opinión
de expertos que permita aclarar lo ocurrido sin género de dudas evitaría la
judicialización de procedimientos.
Osakidetza en su tramitación
interna debe de buscar la verdad más allá
de toda duda y trasladársela de una manera comprensible al ciudadano con todas
sus consecuencias. Si el convencimiento final es que la actuación del Sistema Sanitario Público no ha sido correcta deberá procurar una indemnización acorde al daño sufrido,
sin mercadeos y sin negociación. Si la actuación ha sido la correcta, se le hará
saber al ciudadano que en caso de
desacuerdo le espera una defensa jurídica del caso porque la Administracion Sanitaria defiende el interés
de toda la sociedad.
Como decía en mi post
anterior, creo que Osakidetza debe reorientar sus actuaciones en el campo de la
RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL haciendo
algo más que defenderse de los ciudadanos que reclaman.
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